terça-feira, junho 27, 2006
En defensa da la lectura
Dois textos (re)publicados no Blog Libreros:

"La “debilidad” —remarco las comillas— de la literatura frente a los mass-media ha llevado a ciertos autores a proclamar un tipo de escritura fácil y accesible para todo público. Y se traen a colación las audacias experimentales de un formalismo que en sus excesos se olvidó del lector (pero se olvidan también sus hallazgos y logros: a nadie se le ocurre, hoy por hoy, criticar la forma poco convencional de narrar de Pedro Páramo). Algunos lo ocultan; otros, los menos, lo admiten y se enorgullecen de ello, pero lo que está detrás es una concepción de la literatura como mercancía. Esta circunstancia en un país como México con escasez en el número —y yo añadiría en la calidad— de lectores, se vuelve un factor determinante en el malentendido que se gesta en la mente de editores, promotores literarios, lectores y lo que es en verdad grave, entre autores, al ponderar la venta de libros como prioridad de la literatura que vale la pena. ¿El resultado? Hacerle el juego a una industria editorial que aspira a uniformar el gusto del público en aras de la rentabilidad y un mercado ya no de lectores, sino de consumidores....
La clave —ya la han señalado Paz y Zaid— no es la cantidad de lectores. Ahora que las editoriales globalizadas ponderan premios y firmas y se arriesgan poco con autores de dudosa productividad, los lectores y escritores enfrentamos una disyuntiva que en grado extremo puede resumirse en: ¿literatura “exitosa” o literatura “necesaria”? Esa disyuntiva, según los casos, ofrece gradaciones y en muy pocos no resulta excluyente, pero sigue operando en la mayoría bajo la fórmula: ¿literatura complaciente o literatura rebelde? La decisión siempre es personal: ¿la estrella de Abel o el rayo de Caín?"

El rayo de Caín
por ANA CLAVEL
Escritora. Autora de Cuerpo náufrago (Alfaguara, 2005).


"Desde los libros, en el principio fue Homero, fue la Biblia (George Steiner completa la tercia fundadora de la literatura occidental con Shakespeare; en nuestra perspectiva, el Quijote resultaría también fundacional). Por la extensión y la profundidad de sus raíces, la escritura y la lectura —dualidad indisoluble— establecieron a los libros como el testimonio de todos los saberes, todas las invenciones. Con el antecedente milenario de los amanuenses y después con la revolución de Gutenberg, el curso de las tradiciones literarias y su invitación a la lectura propició, consolidó la certeza de un mundo que a veces era un reflejo, a veces un descubrimiento; un panorama al margen, pero además la plenitud que diversificaba, negaba, desafiaba las convenciones o rutinas del orden cotidiano y el sentido común; la lectura resultaba superior, más estimulante, sin duda, por su generosidad, hondura, intensidad, capacidad de análisis; por la amplitud de sus registros, irradiaciones y significaciones. La certeza de un mundo tal vez más verdadero, la veta de la imaginación sobre todas las cosas, la recreación y el goce de su viaje en suspenso —la imagen de la flecha en el aire— y los hallazgos no menos imprevisibles de la relectura; revelaciones que despertaban los prodigios latentes en las páginas; la historia, la creación y la memoria.Tal es el legado y privilegio del lector. La biblioteca universal, aun con sus visos de cofradía, o al menos de sociedad al margen, minoritaria, es el caleidoscopio en donde los autores y lectores coinciden, comparten el abanico inagotable de puntos de vista, matices, convergencias, divergencias. Todo cabe en la dimensión de la lectura —desde lo más pedestre hasta lo más excelso— y por lo mismo su naturaleza tiende a ser selectiva: también es una educación del gusto que distingue o construye sus afinidades a través de la búsqueda y los vasos comunicantes. Hay demasiados libros —ya lo dijo Zaid— y resulta ilusorio —por no decir fatuo— afirmar, con Mallarmé, que alguien ha leído “todos los libros”. No hace falta. En literatura, el paraíso de un lector es un puñado si no una lista de autores y libros que nos llevan de uno a otro —sin descontar las incidencias del azar— y conforman una especie de identidad o destino que no es inmóvil y por definición jamás admite restricciones: un territorio de libertad sin límites que se enriquece en la medida de la curiosidad y del placer individual."

La lectura, el Aleph
por ROBERTO DIEGO ORTEGA .
Autor de Nacer a cada instante (Cal y arena).
posted by George Cassiel @ 9:36 da manhã  
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"Este era un cuco que traballou durante trinta anos nun reloxo. Cando lle chegou a hora da xubilación, o cuco regresou ao bosque de onde partira. Farto de cantar as horas, as medias e os cuartos, no bosque unicamente cantaba unha vez ao ano: a primavera en punto." Carlos López, Minimaladas (Premio Merlín 2007)

«Dedico estas histórias aos camponeses que não abandonaram a terra, para encher os nossos olhos de flores na primavera» Tonino Guerra, Livro das Igrejas Abandonadas

 
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