Carles Garcia Domingo continua o
debate:
«Los economistas, sean de la tendencia que sean, sabemos que el mercado nunca es transparente, ni asigna adecuadamente los recursos. La información privilegiada, los oligopolios, los “lobbys” de presión…. y otros instrumentos semejantes, hacen necesaria la intervención normativa del Estado para regular una competencia adecuada y la consecución de mejores asignaciones de recursos, en beneficio del conjunto de la población. Pero esto no quiere decir que nos guste demasiado la intervención legislativa en exceso.
Esto es especialmente importante en aquellos sectores definidos como sociales o de interés sociales. Sectores que por su poca rentabilidad o grandes costes, o importancia estratégica, todos somos conscientes de la necesidad de regulación estatal.
Nadie duda que la sanidad, el medio natural, la defensa, el orden publico, son sectores que deben ser legislados y en algunos casos desarrollados por el Estado. Sobre el tema educativo existen más dudas, muchos teóricos piensan que la educación y la cultura son bienes perfectamente privatizables y no deberían tener regulación en absoluto. Pero aquí yo difiero claramente.
Y los libros, como bien cultural básico, están dentro de ese sector que creo debe ser regulado. Debe ser aplicada una normativa que clarifique algunos puntos básicos y fundamentales:
- Precio mínimo.
- Transparencia en la concurrencia y aplicación de normas anti-monopolio.
- Control de operaciones de grupo, para evitar operaciones de crédito fraudulento, alquileres por debajo del mercado, prestación de servicios gratuitos…y un conjunto de actitudes que se están desarrollando por algunos grupos y que distorsionan la leal competencia.
- Limitación de presiones “lobbysticas” , al Estado y Cámaras, para la adquisión de fondos o la recomendación de libros en curriculums escolares.
- Control de la vinculación de publicaciones periódicas sobre libros y editoriales, que manipulando la critica, distorsionan de forma grosera la competencia.
- Control de la “prohibiciones” y limitaciones impuestas por las grandes cadenas de distribución, tales como que los autores participen en promociones realizadas en pequeñas librerías, o que las editoriales promocionen actividades en esas librerías especializadas.
Podríamos seguir haciendo una larga lista de acciones y actividades, desarrolladas por las grandes cadenas de distribución del libro, editoriales, empresas periodísticas y conglomerados de todas ellas, que están distorsionando de forma grave la libre competencia y el acceso libre
a la cultura y la educación.
Determinadas personas del mundo editorial, y del libro en general, se rasgan las vestiduras cuando se habla del apoyo a las pequeñas librerías. Rápidamente salen defendiendo el libre mercado y denunciando las subvenciones, ayudas….. y lo que ellos llaman otras limosnas. Dicen que eso no es libre competencia, que si esas librerías no saben competir en el mercado, si no saben ser imaginativas, crear nuevas oportunidades….. que lo mejor es desaparecer. Pero de lo que no hablan es de todo lo mencionado más arriba (y de muchas más cosas), tal vez porque piensan que los que nos preocupamos por los libros no llegaremos a entender estos temas de mercado tan profundos.
Es como una de la parábola de la Biblia (uno de los libros más antiguos):
“algunos ven la paja en el ojo ajeno, pero no ven la viga en el propio”. »
Carles García Domingo
A discussão é a mesma aqui e aí. A cultura ajoelhada aos pés do capital?
É desanimador.
Há que se buscar a solução.