(...) "—Antoine Gallimard y Francis Esmenard, los dos grandes editores independientes de Francia, acaban de declarar que están contentos de que en Francia la figura del agente no tenga gran importancia, porque eso demuestra que “los editores hacen bien su trabajo” y que no han caído en el modelo estadounidense. —Todo eso se resume en una sola frase: la edición “is a job for a gentleman”. Ser editor es un oficio de señoritos. Es elegantísimo, el no va más. Pero, en ocasiones, dejar a un editor que gestione los derechos de sus autores puede ser dejar al lobo a cuidado del rebaño. Un agente siempre juega a favor de los autores, porque trabaja para ellos. Las editoriales tienen más intereses, y existe el riesgo de que acaben cambiando cromos.
—¿El editor no puede ser un buen agente para el autor? —Puede serlo, sin ninguna duda. Incluso puede ser un placer extraordinario almorzar con él una vez por semana, mientras se habla de literatura. Sucede que, en esos almuerzos editor-autor, hay un tema tabú: el dinero. Al autor le da vergüenza, y el editor no lo encuentra elegante." (...) |
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