sexta-feira, abril 15, 2005
Juan Marsé - III
(continuação)

¿Cuál es la riqueza literaria del adolescente?

Todo escritor tiene de alguna manera unas constantes, también se las puede llamar obsesiones personales; pero conmigo es una cosa premeditada, tampoco soy consciente todo el tiempo de eso. Sí aparecen muchachos en mis novelas de edades comprendidas entre los 9 y los 14 años, entre la niñez y la adolescencia, que apenas llegan a la primera juventud. El porqué no sabría decirlo. De alguna manera intuyo que la voz narrativa me resulta muy verosímil, me resulta muy grata, me la creo. Porque yo soy el primero que tiene que creerse lo que estoy contando, porque si no me lo creo yo no se lo va a creer nadie. Utilizo voces de esos muchachos que han sido testigos indirectos de una serie de acontecimientos, algunos tienen algo que ver con mi vida otros los he inventado, pertenecen naturalmente al campo de la imaginación. Pero de algún modo estas voces de esos muchachos me lo hacen creer, hay una tendencia a eso, un gusto y una inclinación a eso, pero no sabría explicar por qué.

¿Podría ser por lo que tiene la adolescencia de paso de un mundo en el que la imaginación tiene un valor primordial a otro, el del adulto, en el que el vértice fundamental es la realidad?

Si, podría ser eso, la tendencia a fantasear de un muchacho que está en una edad que es muy receptiva en ese nivel. A mí me interesaba mucho el cine desde chaval y me interesaban las historias que me contaba el cine; además, eso ocurría en una época en que, en este país, la represión política y social implicaba que la única versión de los hechos reales, de lo que estaba pasando, era la oficial. Y esa versión era desmentida por la voz popular. Recuperar esa voz popular para corregir o desmentir la versión oficial, eso era lo que siempre me interesó. Ese es el tema por ejemplo de "Si te dicen que caí", que es una novela donde las voces de los muchachos contando, reinventando historias que han oído en boca de los mayores, lleva a una tercera realidad, que podría ser la verdadera, quién sabe. En el fondo es también el tema de "Rabos de lagartija". Está contado por la voz de un no nato, de un embrión, y eso es evidentemente una convención, por no decir un disparate. Es una voz convencional que aporta la verdad mediante la mentira, ni más ni menos que lo que pretende el arte de la novela. El padre ausente convertido en figura legendaria, idealizada es sin duda una constante en su literatura desde la publicación de su primera novela "Encerrados en un solo juguete". A pesar de ser personajes que siempre están sometidos a una ambigüedad, en su último libro la figura heroica adquiere visos de un personaje tragicómico, de cierto patetismo

¿A qué se debe ese cambio paulatino? ¿Parte tal vez de un distanciamiento de la propia vivencia que está en el origen de su obra literaria?

Si, la crítica lo ha señalado y está claro que lo hay. El paso del tiempo me ha ido desmitificando un poco la figura del héroe al que yo había dotado siempre de un cierto aura. El proceso ha sido un proceso lento, se arrastra desde hace bastante tiempo. En "El embrujo de Shanghai" el héroe es ya un personaje del que, desde un punto de vista ético, habría mucho que hablar, y en la última novela ya no sólo es eso sino que se ha convertido en una cosa bastante grotesca. Desde el punto de vista escénico, es un personaje impresentable. Sin duda hay un proceso que se abre con un deslumbramiento juvenil, una fascinación por los héroes, por la violencia, que está bastante presente en mis textos y que, con el paso de los años, se suaviza, y al mismo tiempo ese aura de los héroes se va quedando en nada, no existe. Al final resulta que el héroe es ese personaje anónimo, en realidad el héroe acaba siendo la madre, la pelirroja, esa mujer que ha soportado todas las vejaciones y ha luchado y perdido. La relación siempre fluctuante entre apariencia y realidad es uno de los hilos conductores de su narrativa. En su última novela, David, el protagonista, intenta llegar a una mentira a través de una verdad.

¿En qué medida es necesario mentir para mostrar la verdad? ¿En qué medida la inclusión de voces fantasmagóricas, de personajes idealizados, casi irreales, le ha ayudado a describir en su última novela la verdad de una época?

Este tema es bastante peliagudo porque entronca con la raíz o la esencia del arte, el arte de la ficción, de la literatura de ficción, que todo el mundo sabe que se compone a base de hacer verosímil, de hacer veraz una mentira, así de sencillo. Las novelas son mentiras, no cuentan hechos reales, no cuentan la verdad tal como es. La novela florece en la imaginación. Lo que pasa en una novela no tiene porqué haber pasado forzosamente en la vida, sin embargo puede transmitir más sensación de vida que no determinados hechos reales que leemos en la prensa por ejemplo, y que a veces no te acabas de creer. A partir de esta premisa está claro que el tema de la apariencia y la realidad está en algunas de mis novelas. De una manera clara en "Últimas tardes con Teresa", por ejemplo. Está claro que eso tiene que ver con el arte de contar historias, de la literatura de ficción, digamos que es su misma célula. A mí no me gusta la metaliteratura, explicarle al lector una historia y al mismo tiempo explicarle cómo estoy creando esa historia. De alguna manera, que un niño que inventa un hecho (un policía ha matado a su perro) y llegue a hacerlo creíble a los personajes de la novela, y espero que también al lector, es mi homenaje a la literatura de ficción que ha enriquecido mi vida y me ha alegrado el corazón.


Este texto ha sido realizado con fragmentos tomados de las siguientes entrevistas, revisadas posteriormente por el autor:
Ramón Freixas, "Quimera", No. 106-107, 1991.
Beatriz Berger, "Revista de libros" suplemento dominical de "El Mercurio", No. 367, Chile, 19/5/96.
José Luis Muñoz, "Leer", julio-agosto, 2000.
Carles Álvarez Garriga y Manolo Martín Soriano, "Lateral", junio 2000.
Círculo de Lectores entrevista a Juan Marsé, para "Círculo Digital".
posted by George Cassiel @ 4:24 da tarde  
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"Este era un cuco que traballou durante trinta anos nun reloxo. Cando lle chegou a hora da xubilación, o cuco regresou ao bosque de onde partira. Farto de cantar as horas, as medias e os cuartos, no bosque unicamente cantaba unha vez ao ano: a primavera en punto." Carlos López, Minimaladas (Premio Merlín 2007)

«Dedico estas histórias aos camponeses que não abandonaram a terra, para encher os nossos olhos de flores na primavera» Tonino Guerra, Livro das Igrejas Abandonadas

 
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