quinta-feira, outubro 20, 2005
Paul Auster e Salman Rushdie*
*in El Cultural

"Paul Auster y Salman Rushdie, nacidos ambos en 1947 y amigos desde hace tiempo, han publicado un nuevo libro, Brooklyn Follies –que será publicado en Anagrama el año próximo– y Shalimar el payaso –que Mondadori lanza el 20 de octubre–. Didier Jacob, de Le Nouvel Observateur, les ha reunido en este encuentro excepcional en el que los autores comentan sus nuevas obras: Brooklyn Follies, de Auster, protagonizada por un antiguo agente de seguros empeñado en crear una enciclopedia sobre la estupidez humana, y Shalimar el payaso, de Rushdie, donde Cachemira se convierte en el paraíso perdido; pero también conversan sobre la crisis actual, la guerra de Iraq, el fanatismo religioso y la política estadounidense.

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Una tarde en el despacho del agente Andrew Wylie, cerca de Central Park. Sentados uno junto a otro, Paul Auster y Salman Rushdie conversan tranquilamente. A pocas semanas de la salida de sus nuevas novelas, antes de los agotadores maratones promocionales a los que deberán someterse, los dos autores, que se conocen desde hace tiempo, saborean este momento de intercambio y amistad. Paul Auster apoyó a Salman Rushdie, condenado a muerte por el ayatolá Jomeini. Desde entonces los dos escritores se habían admirado a distancia, antes de poder apreciarse en persona. Actualmente Salman Rushdie vive en Nueva York. Así, por fin, han podido reunirse el estadounidense de adopción, exiliado esencial de nuestro tiempo, y el perfecto caballero neoyorquino, gran novelista del mundo actual, del mito a media asta y la pesadilla urbanizada. La guerra en Iraq y los paraísos perdidos, el fanatismo globalizado de las sectas y las religiones, las crisis actuales y la política estadounidense; los dos escritores se confiesan en completa intimidad.

–Ustedes se conocen desde hace tiempo. ¿Cuándo se encontraron por primera vez?
–Paul Auster: Yo había escrito un artículo en The New York Times en el momento de la fatwa contra Salman. En aquella época daba clases en Princeton, donde organicé una velada de apoyo que reunió a numerosos escritores: Toni Morrison, Joyce Carol Oates, Russell Banks... Asistieron miles de personas, alumnos y profesores. Don DeLillo redactó también una octavilla para apoyar a Salman Rushdie.
–Salman Rushdie: Paul y Don se hicieron amigos míos. El problema es que les separa una grave discrepancia en el terreno del béisbol: Paul apoya a los Meets y Don a los Yankees, los dos equipos neoyorquinos. Los dos me invitaron a un partido de su equipo favorito. Debo confesar que preferí a los Yankees. El béisbol se parece mucho al críquet. Las distancias son casi idénticas, salvo que en el críquet la pelota bota. El otro punto común es que suscitan las estadísticas más inverosímiles, como cuántas veces un lanzador zurdo ha conseguido este golpe en martes.

Génesis y misterios
–Su novela, Shalimar el payaso, es un fresco muy ambicioso, que se desarrolla en Cachemira, Los Ángeles y Francia. ¿Por qué esta gran distancia geográfica?
–S.R.: El punto de partida de Shalimar el payaso es un asesinato, y la curiosa relación que se establece entre el padre (la víctima), su hija y el asesino. El primero es un embajador estadounidense educado en Europa, y en el libro he tenido que hacerme eco de sus orígenes. Su hija quiere ser documentalista en Los Ángeles. La novela arranca en esta ciudad. En cuanto a Cachemira, está ligada al destino del asesino, en cuya vida han influido cuestiones de fronteras, de división y secesión territorial.

–¿Quién es Shalimar?
–S.R.: Es un cómico itinerante, un hombre muy amable y dulce, cuya única ambición es distraer a la gente y amar a una mujer. ¿Cómo puede convertirse en asesino? Ésa es la gran pregunta del libro.

–En sus novelas, Paul, usted se dedica sobre todo a describir su ciudad, Brooklyn...
–P.A.: No todos mis libros se desarrollan en Nueva York. Mr. Vértigo estaba ambientado en Kansas y La música del azar en Pensilvania. En cuanto a El libro de las ilusiones, transcurría tanto en Argentina como en Hollywood.

–¿Cuál es la génesis de Brooklyn Follies?
–P.A.: Larga y tortuosa. Tenía ese libro en la cabeza desde hacía tiempo. Empecé a escribirlo en 1993. Willy y Mr. Bones, el poeta y el perro de Tombuctú, debían formar parte de la historia, pero me enamoré de esos personajes y decidí dedicarles toda una novela. Pasaron cinco años, en los que estuve ocupado haciendo películas. No acabé Tombuctú hasta 1998. Entonces quise escribir La noche del oráculo, un proyecto también muy antiguo. Pero al cabo de 15 ó 20 páginas, no acababa de ver hacia dónde iba, así que lo dejé a un lado para escribir El libro de las ilusiones, cuya idea también se remontaba a varios años atrás. Luego escribí La noche del oráculo, y después de esto pude retomar Brooklyn Follies.

–¿Brooklyn Follies es su libro más optimista?
–P.A.: De hecho lo encuentro casi picaresco en el tono y, sobre todo, más ligero: para mí, a pesar de la gravedad de algunos pasajes, es una novela cómica. Por comedia entiendo que la mayor parte de los personajes se ven más favorecidos al final de la novela que al principio, contrariamente a los héroes de la tragedia. Nathan, el personaje principal, se encuentra al fondo del agujero cuando empieza el libro: es un muerto aplazado ,o al menos, eso cree él. Y a medida que se repone, que va hacia los demás, su visión de la vida se aclara, para al final salir feliz del hospital el 11 de septiembre de 2001, tres cuartos de hora antes del primer atentado.
–S.R.: ¡Dios mío! Te has atrevido...
–P.A.: Sí, Brooklyn Follies es un libro sobre la vida de antes.
–S.R.: Furia, mi anterior novela, salió a la venta el 11 de septiembre de 2001...
–P.A.: ¡Qué sentido de la oportunidad! ¡El 12 salió una antología de mis cuentos!
–S.R.: Había leído fragmentos de Furia en la librería Barnes and Noble de Union Square unos días antes, y el público se rió mucho: se reconocían en esta visión satírica de Nueva York. Desde luego, después de los atentados se canceló la gira de promoción. Durante un año aproximadamente casi no tuve ocasión de hablar de mi libro, hasta el día en que fui invitado a leer algunos extractos en el YMCA de la calle 52. No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar el público. Pues bien, se vieron sumergidos en un acceso de nostalgia por una ciudad que ya no existía. Esta novela, que quería ser contemporánea y satírica, se ha vuelto histórica y conmemorativa.

–Sus dos héroes son condenados a muerte. Max, el personaje de Salman, va a ser asesinado. En cuanto a Nathan, creo que va a morir de cáncer...
–P.A.: Nathan es un cabrón amargado y sarcástico, que encuentra de nuevo el camino de la compasión. Al principio es un amargado y le echa la culpa al mundo entero. Se instala en su Brooklyn natal y empieza a hacer una lista de todas las cosas estúpidas que ha hecho en su vida. Luego el proyecto se amplía para incluir los lapsus y las equivocaciones ajenas. Así ocupa sus días: arrastrándose al bar de la esquina para mirar a su adorable camarera puertorriqueña y escribir su Libro de las locuras humanas.

Una visita a Borges
–Una idea casi shakesperiana...
–P.A.: Y una empresa titánica, destinada a no acabarse nunca. Por otra parte, quizá la literatura no sea más que eso: una enciclopedia de las locuras humanas.
–S.R.: Hay algo de borgiano en eso. Un día le hice una visita a Borges y pude visitar la biblioteca de su casa de Buenos Aires. Una habitación entera, gigantesca, dedicada sólo a las enciclopedias. Le obsesionaban. Una enciclopedia así le habría gustado mucho.

–Paul, una de las ideas más bellas de su libro es ese refugio imaginario en el que la felicidad parece posible, el Hotel Existencia. ¿Cuál es el suyo en la vida real?
–P.A.: El pequeño mundo que he construido con mi mujer, Siri Hustvedt. Un islote, un oasis rodeado por la suciedad, el horror y la estupidez. Pero mire usted, el Hotel Existencia es, ante todo, un lugar inventado, una celebración de lo imaginario. En este aspecto está muy cerca de los jardines de Cachemira descritos por Salman.
–S.R.: Es un lazo innegable entre las dos novelas. Para mi heroína, que no ha conocido a su madre, el país materno, Cachemira, es el paraíso. Ahora bien, como el libro habla también de la realidad de Cachemira, esta Cachemira soñada se convierte en una especie de paraíso perdido, pero no en el sentido en que lo entendía Milton, que desarrollaba la idea cristiana de una caída del hombre expulsado del paraíso a causa del pecado original. Aquí se trata de la destrucción literal de ese paraíso, arrasado por las bombas y los cañones, como si los ejércitos hubieran invadido el Jardín del Edén para arrasarlo a sangre y fuego. En cierto sentido, esta destrucción del paraíso es la idea principal de la novela. Ahora vivimos en un mundo sin paraíso, y tenemos que aprender a vivir sin esta idea de un mundo mejor.

–Sus abuelos eran originarios de Cachemira...
–S.R.: Lo que explica la palidez de mi piel...
–P.A.: ¡Yo soy más moreno que él!
–S.R.: Sólo Dios sabe de dónde vienes...
–P.A.: Creo que soy medio chino. [Risas]
–S.R.: Yo nunca he vivido en Cachemira, pero íbamos allí todos los veranos. Y para nosotros, como para muchos indios, Cachemira era la idea que nos hacíamos del paraíso. Un lugar encantado. Evidentemente, la pérdida de un lugar así es una tragedia para la India. He querido narrar este edén a través de dos de sus tradiciones ancestrales: el teatro y los banquetes. Unos banquetes increíbles que incluían 36 platos seguidos, sobre todo de carne. Algunas comunidades hacían de ello una especialidad. Se encontraban ciudades enteras de grandes cocineros que se transmitían las recetas de generación en generación. Otras se dedicaban exclusivamente a una forma secular de teatro ambulante. Actualmente el teatro, ya debilitado de por sí por la competencia del cine y la televisión, se ha visto aniquilado por la guerra. Cachemira, increíblemente fértil y exuberante, se consagraba a las artes del placer. Todo eso no es más que un recuerdo.

–También su libro, Paul, trata de un paraíso perdido...
–P.A.: Uno de mis personajes, Tom, ha renunciado a su tesis, pero es un estudiante muy brillante, cuya tesina ofrecía una comparación entre Poe y Thoreau. Poe era un sudista alcohólico y reaccionario, Thoreau un puritano abstinente, progresista y abolicionista. Poe escribió tres textos poco conocidos, que describen un mundo ideal, igual que Thoreau en Walden. ¿A qué aspiran, pues, estos dos escritores en vísperas de esta Guerra de Secesión en la que el sueño americano está a punto de ser aniquilado con sangre? A un lugar de soledad y recogimiento donde puedan leer y escribir en paz. Es esta misma idea de refugio.

–Sus dos novelas abordan la cuestión del integrismo religioso, en Cachemira en la obra de Salman, y en un predicador fanático de Carolina del Norte en la suya, Paul. ¿Piensa que todos los fundamentalismos religiosos se parecen?
–P.A.: Los fundamentalistas creen poseer el monopolio de la verdad, y eso es lo que los hace tan peligrosos, bien sean judíos, cristianos, musulmanes o hinduistas. No pueden tolerar las creencias de los demás.
–S.R.: El satírico estadounidense H.L. Mencken definía el puritanismo como la obsesión por que alguien, en alguna parte, pueda ser feliz. El fanatismo religioso aborrece la alegría y la felicidad, y por lo tanto aspira a anular todo placer. En Cachemira, el resultado es todavía más lastimoso porque la tradición local, una especie de sincretismo entre hinduismo e Islam, desemboca en un misticismo cercano al sufismo, basado en un ideal de tranquilidad. Y ahora la religión se encuentra atrapada entre la espada y la pared, entre el ejército indio y los fanáticos que practican una forma de Islam que le es completamente ajena. Las mujeres de Cachemira nunca han llevado velo. Siempre han tenido derecho a trabajar en los campos. Esta cultura no se basaba en la opresión sexual. Pues bien, hoy día algunas bandas armadas acuden por la noche a aterrorizar a los aldeanos para obligar a sus mujeres a llevar velo. En Occidente se olvida a menudo que los objetivos y las víctimas del fundamentalismo islámico son en primer lugar los musulmanes.

Defensa de los perseguidos
–¿Podrían hablarnos de sus actividades en el Pen Club?
–S.R.: Yo lo presido actualmente, y Paul es mi vicepresidente.
–P.A.: ¡Yo ya había sido presidente en el pasado y él me ha arrastrado de nuevo allí! Soy incapaz de decirle que no a este hombre... [Risas].
–S.R.: El Pen Club me apoyó tanto cuando lo necesitaba que acepté de buen grado este mandato de dos años. El Pen Club prosigue desde luego sus actividades tradicionales, que consisten en defender los derechos de los escritores perseguidos en el mundo. Pero también nos esforzamos por tomar posiciones en las cuestiones relativas a la libertad de expresión y los derechos civiles en Estados Unidos. Y porque en Estados Unidos se oiga más la voz de los escritores del mundo.
–P.A.: Las estadísticas son aplastantes: desde hace 25 años el mundo editorial estadounidense publica cada vez menos traducciones.
–S.R.: En Estados Unidos las obras traducidas representan una media de cerca del 3 por ciento del número total de libros publicados al año, mientras que en Francia o en Alemania la cifra total es del 15 por ciento. Afortunadamente, la novela es una forma muy resistente. No es fácil deshacerse de ella.
–P.A.: Es dura de pelar. En cualquier caso, hay algo seguro: Estados Unidos vive horas muy sombrías.
–S.R.: Y no se trata sólo de una cuestión política, sino de control de la información y de los medios de comunicación. Mi primera estancia en Estados Unidos se remonta a principios de los años setenta, cuando se emprendía la construcción de las Torres Gemelas del World Trade Center. Me dirigí allí al día siguiente a mi llegada a Nueva York. Y sentí un flechazo por esta ciudad. Pero ya no es el mismo país, y ahora es difícil amar a Estados Unidos.
–P.A.: La cuestión de la información es crucial. Se han sucedido los escándalos, sobre todo los malos tratos infligidos a los prisioneros de Guantánamo por parte de militares o “subcontratistas” privados, cuando no se trata simple y llanamente de asesinatos.
–S.R.: Estados Unidos se ha puesto a exportar a sus prisioneros hacia Estados aliados que no sienten ningún escrúpulo a la hora de practicar la tortura.
–P.A.: Se habla de “traslado excepcional”. La expresión produce escalofríos.
–S.R.: Este tipo de lenguaje estereotipado remite a la solución final, pero se generalizó con la guerra de Vietnam. Recuerdo al general Haig hablando de “100 por cien de mortalidad reactiva”, lo que quería decir: “hemos matado a todo el mundo”. Se da la vuelta al lenguaje para esterilizar lo innombrable.

–Paul Auster, su libro aparece primero en Francia y luego en Estados Unidos. ¿Por qué?
–P.A.: Francia es uno de los pocos países del mundo donde los libros realmente cuentan, inspiran respeto y afecto. Está anclado en la cultura francesa. En Estados Unidos el país es tan grande que existen incluso lectores consecuentes, aunque dispersos. Pero el estadounidense medio no tiene acceso a ellos.
–S.R.: ¡En efecto, el señor Auster es un French writer, un escritor francés! [Risas] Mi novela también va a aparecer en danés y en francés antes de su publicación en inglés. La salida en Estados Unidos está prevista para diciembre. ¡Será lo único que se vea bajo el árbol de Navidad!"

por Didier JACOB
posted by George Cassiel @ 10:00 da manhã  
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"Este era un cuco que traballou durante trinta anos nun reloxo. Cando lle chegou a hora da xubilación, o cuco regresou ao bosque de onde partira. Farto de cantar as horas, as medias e os cuartos, no bosque unicamente cantaba unha vez ao ano: a primavera en punto." Carlos López, Minimaladas (Premio Merlín 2007)

«Dedico estas histórias aos camponeses que não abandonaram a terra, para encher os nossos olhos de flores na primavera» Tonino Guerra, Livro das Igrejas Abandonadas

 
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